miércoles, 10 de septiembre de 2014

El Partido pierde uno de sus mejores hombres, pero su ejemplo de entrega a la causa de México nos servirá de acicate...



Una amistad sin sombras es el testimonio escrito de una larga conversación sostenida por Manuel Gómez Morin y Efraín González Luna. Los 30 años que duró esta correspondencia fue repentinamente interrumpida por el fallecimiento de don Efraín, ocurrido el 10 de septiembre de 1964.

En el marco de la celebración por los 75 años de la fundación de Acción Nacional, dedicamos este espacio para recordar el 50 aniversario luctuoso de don Efraín González Luna.

Don Efraín González Luna nació el 18 de octubre de 1898, en Autlán de la Grana, Jalisco. Nuestro ilustre abogado jalisciense se distinguió por ser un activo promotor de la cultura. Como autor produjo una variada y profusa obra de la que puede mencionarse Humanismo político (1955), también se desempeñó como traductor de escritores como James Joyce  y Paul Claudel. En 1939, como muchos mexicanos respondió al llamado de don Manuel para fundar Acción Nacional. En su estado natal fue el responsable de crear el Comité Regional, y como miembro del Comité Organizador estuvo a cargo de la Comisión redactora de los Principios de Doctrina del partido. En 1952, fue elegido candidato a la Presidencia de la República.

Fototeca del AMGM: Efraín Gonzalez Luna y Manuel Gómez Morin durante la campaña presidencial de 1952

Aqui presentamos tres testimonios de lo que su muerte significó para Gómez Morin:

A Jovita Granados le decía: Para mí, intelectual, moral y afectuosamente, fué un sabio, recto, generosísimo hermano. (19 de septiembre de 1964)
Sí es una pérdida muy grande para el Partido, para Jalisco y para México, la muerte de don Efraín. Fué no sólo extraordinariamente lúcido, constante y profundo estudioso, sino generosísimo en su consejo. Alfonso Arronte, (22 de septiembre de 1964)
La muerte inesperada de don Efraín “para todos es una gran pena y una pérdida inmensa”, así respondía Gómez Morin la carta de Bernardo Elosúa. (28 de septiembre de 1964)

Don Manuel describió así su primera visita a don Efraín en Guadalajara:



DINTEL

Fue a principios de 1939, cuando visité en Guadalajara, por primera vez, a Efraín González Luna. Intensamente concentrado, escuchó la somera descripción de la sombría situación de México y la apasionada afirmación de la necesidad y de la posibilidad de replantear en sus términos verdaderos los dolorosos problemas nacionales y de oponer soluciones genuinas, obviamente viables, a la vacua palabrería oficial y a la conspiración del falso y primario mesianismo en boga entonces; de alzar frente a la confusión, a la inmisericorde explotación política y económica de la colectividad y al derrotismo conformista, los valores superiores y eternos, como exigencia, inspiración y propósito de un esfuerzo permanente, organizado, de responsable y abierto carácter político, en todo el ancho y noble sentido verdadero del concepto. Su grave respuesta fue inmediata: estaba dispuesto.

Juntos releímos luego el memorándum inicial de Principios de doctrina y el de organización de ACCIÓN NACIONAL. Tomó su pluma y en el memorándum de principios fueron floreciendo las justas precisiones de su pensamiento y las formas admirables de su estilo. Y en cuanto al programa de acción, decidió iniciar sobre la marcha su propia actividad.

Ese mismo día entrevistamos juntos a muchos de sus amigos y en la noche, disfrutando la hospitalidad de don Emiliano Robles León, en una amplia sala de su despacho, celebramos una concurrida reunión en la que yo repetí la invitación y él hizo la primera de sus exposiciones inolvidables. En esa reunión, “viejas voces olvidadas” -diré siguiendo sus palabras- “viejas voces olvidadas nos entregaron sentidos inéditos” en aquel México inesperado de 1939. “Nombres que ya nada decían, fueron de nuevo bandera y programa, consigna y destino”.

Y a partir de ese día, por veinticinco años más que Dios le dio de vida, Efraín González Luna, como tantos otros con él, estuvo siempre dispuesto y en primera línea en el cumplimiento de la tarea común, sin variar en un punto -a pesar de persecuciones y calumnias- su posición en el grande y difícil empeño de servir a México, de mantener y hacer eficaz “…el insobornable anhelo de una vida libre y decorosa para todos, en una Patria que lo sea realmente; el anhelo de ser, estar y hacer en términos humanos, no en degradantes transposiciones del hormiguero o de la selva”.

Así nació para mí una amistad sin sombras que me hizo conocer lo que es tener un hermano, un buen hermano mayor. Una amistad sin lagunas ni lapsos, en la que cambiábamos información, proyectos, lecturas, opiniones y discutíamos empeñosamente para buscar la decisión más justa, más valiosa para México. Una amistad que se extendió a todos los nuestros y a nuestros amigos y a nuestros compañeros de fe, de esfuerzo y de esperanza. Una amistad que no acabó con su muerte, que no terminará con mi muerte.

Esta biografía, ceñida a lo esencial, sobria y justa, ayudará a guardar la memoria de un hombre ejemplar por su inteligencia, por su cultura, por su rectitud, por su amorosa entrega al servicio de la Patria.

Manuel Gómez Morin
Manuel Gómez Morin, “Dintel”, en José Bravo Ugarte, Efraín González Luna, abogado, humanista, político, católico, México, Ediciones de Acción Nacional, 1968, pp. V-VII.



 Fototeca del AMGM. Efraín González Luna, Manuel Gómez Morin y Roberto Cossío y Cosío


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