Una amistad sin sombras es el
testimonio escrito de una larga conversación sostenida por Manuel Gómez Morin y
Efraín González Luna. Los 30 años que duró esta correspondencia fue repentinamente
interrumpida por el fallecimiento de don Efraín, ocurrido el 10 de septiembre
de 1964.
En el marco de la celebración por los 75 años de la fundación de Acción
Nacional, dedicamos este espacio para recordar el 50 aniversario luctuoso de
don Efraín González Luna.
Don Efraín González Luna nació el 18 de octubre de 1898, en Autlán de la
Grana, Jalisco. Nuestro ilustre abogado jalisciense se distinguió por ser un activo
promotor de la cultura. Como autor produjo una variada y profusa obra de la que
puede mencionarse Humanismo político
(1955), también se desempeñó como traductor de escritores como James Joyce y Paul Claudel. En 1939, como muchos mexicanos respondió al llamado
de don Manuel para fundar Acción Nacional. En su estado natal fue el
responsable de crear el Comité Regional, y como miembro del Comité Organizador
estuvo a cargo de la Comisión redactora de los Principios de Doctrina del
partido. En 1952, fue elegido candidato a la Presidencia de la República.
Fototeca del AMGM: Efraín Gonzalez Luna y Manuel Gómez Morin durante la campaña presidencial de 1952
Aqui presentamos tres testimonios de lo que su muerte significó para Gómez Morin:
A Jovita Granados le decía: Para mí, intelectual, moral y afectuosamente, fué un sabio, recto, generosísimo hermano. (19 de septiembre de 1964)
Sí es una pérdida muy grande para el Partido, para Jalisco y para México, la muerte de don Efraín. Fué no sólo extraordinariamente lúcido, constante y profundo estudioso, sino generosísimo en su consejo. Alfonso Arronte, (22 de
septiembre de 1964)
La muerte inesperada de don Efraín “para todos es una gran pena y una
pérdida inmensa”, así respondía Gómez Morin la carta de Bernardo Elosúa. (28 de
septiembre de 1964)
Don Manuel describió así su primera visita a don Efraín en Guadalajara:
DINTEL
Fue a principios
de 1939, cuando visité en Guadalajara, por primera vez, a Efraín González Luna.
Intensamente concentrado, escuchó la somera descripción de la sombría situación
de México y la apasionada afirmación de la necesidad y de la posibilidad de replantear
en sus términos verdaderos los dolorosos problemas nacionales y de oponer
soluciones genuinas, obviamente viables, a la vacua palabrería oficial y a la
conspiración del falso y primario mesianismo en boga entonces; de alzar frente
a la confusión, a la inmisericorde explotación política y económica de la
colectividad y al derrotismo conformista, los valores superiores y eternos,
como exigencia, inspiración y propósito de un esfuerzo permanente, organizado,
de responsable y abierto carácter político, en todo el ancho y noble sentido
verdadero del concepto. Su grave respuesta fue inmediata: estaba dispuesto.
Juntos releímos
luego el memorándum inicial de Principios de doctrina y el de organización de ACCIÓN
NACIONAL. Tomó su pluma y en el
memorándum de principios fueron floreciendo las justas precisiones de su
pensamiento y las formas admirables de su estilo. Y en cuanto al programa de
acción, decidió iniciar sobre la marcha su propia actividad.
Ese mismo día
entrevistamos juntos a muchos de sus amigos y en la noche, disfrutando la
hospitalidad de don Emiliano Robles León, en una amplia sala de su despacho,
celebramos una concurrida reunión en la que yo repetí la invitación y él hizo
la primera de sus exposiciones inolvidables. En esa reunión, “viejas voces
olvidadas” -diré siguiendo sus palabras- “viejas voces olvidadas nos entregaron
sentidos inéditos” en aquel México inesperado de 1939. “Nombres que ya nada
decían, fueron de nuevo bandera y programa, consigna y destino”.
Y a partir de ese
día, por veinticinco años más que Dios le dio de vida, Efraín González Luna,
como tantos otros con él, estuvo siempre dispuesto y en primera línea en el
cumplimiento de la tarea común, sin variar en un punto -a pesar de
persecuciones y calumnias- su posición en el grande y difícil empeño de servir
a México, de mantener y hacer eficaz “…el insobornable anhelo de una vida libre
y decorosa para todos, en una Patria que lo sea realmente; el anhelo de ser,
estar y hacer en términos humanos, no en degradantes transposiciones del
hormiguero o de la selva”.
Así nació para mí
una amistad sin sombras que me hizo conocer lo que es tener un hermano, un buen
hermano mayor. Una amistad sin lagunas ni lapsos, en la que cambiábamos
información, proyectos, lecturas, opiniones y discutíamos empeñosamente para
buscar la decisión más justa, más valiosa para México. Una amistad que se
extendió a todos los nuestros y a nuestros amigos y a nuestros compañeros de
fe, de esfuerzo y de esperanza. Una amistad que no acabó con su muerte, que no
terminará con mi muerte.
Esta biografía,
ceñida a lo esencial, sobria y justa, ayudará a guardar la memoria de un hombre
ejemplar por su inteligencia, por su cultura, por su rectitud, por su amorosa
entrega al servicio de la Patria.
Manuel
Gómez Morin
Manuel Gómez Morin, “Dintel”, en José Bravo
Ugarte, Efraín González Luna, abogado,
humanista, político, católico, México, Ediciones de Acción Nacional, 1968,
pp. V-VII.
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